24 nov 2007

La Sacralización de La Nación como Alternativa a La Religión








...El vacío dejado por la Iglesia en la sociedad se cubrió con otras instancias ideológicas, entre las cuales jugó un papel esencial el nacionalismo, que se convirtió en una auténtica religión desde el siglo XIX. La Revolución Francesa favorecía tanto una concepción ciudadana del Estado como una populista y nacionalista. El nacionalismo contemporáneo es mucho más complejo que el mero tribalismo; es una ideología que recrea la idea de "Nación" como entidad metafísica. Se margina el universalismo de los derechos humanos y ciudadanos, así como las teorías políticas del contrato social, en favor de la etnia, que se equipara con el pueblo, sobre una base naturalista, histórica y cultural en buena parte inventada.


El espíritu del pueblo, instancia clave del romanticismo y de los totalitarismos estatales de cuño hegeliano, se contrapuso al universalismo constitucional. Éste es el marco en el que la colectividad (el pueblo, la nación y el estado) se impuso al individuo; se desarrolaron los totalitarismos imperialistas expansionistas, que en el siglo XIX se repartieron el mundo, y se utilizaron argumentos biológicos, naturalistas y de raza a costa de la Cultura Democrática y La Constitución Política. El consenso y la participación política pasaron a segundo plano en favor del nacimiento, el derecho de sangre y la lengua. El nacionalismo político se llenó de contenidos sustancialistas, creándose UN PATRIOTISMO CULTURAL HOMOGENEIZANTE Y POPULISTA. La nación fue un objetivo en sí mismo que necesitaba dotarse de un Estado para afirmarse.

Aquí se dio una nueva instrumentalización de lo religioso. Por un lado, por la necesidad de legitimación ideológica y afectiva de la Nación-Estado en el contexto de las luchas decimonónicas y luego de las guerras mundiales. Sobre el transfondo de la voluntad general y con la equiparación entre Nación y Estado surge la idea de Nación como entidad mítica, religiosa, afectiva y sagrada, a la que hay que sacrificar vida y hacienda, como antes a los monarcas absolutos que representaban al mismo Dios. El patriotismo, que inicialmente era la piedad para los ancestros y la ciudad de pertenencia, SE TRANSLADA A UNA ENTIDAD METAFÍSICA SACRALIZADA, en la que se integra el concepto de ciudadanía del liberalismo político. El altar de la patria, la tumba del soldado desconocido, la exaltación de la bandera, la invención de un himno, el desarrollo de para-liturgias militares y la masiva entrada del lenguaje religioso en la política muestran lanueva nueva contribución de lo religioso al estamento político, y , más en concreto al orden estatal. El Dios violento surge entre países enfrentados y la religión actúa de nuevo como amalgama legitimadora, motivacional y afectiva, que encubre los intereses económicos e imperialistas subyacentes a las grandes conflagraciones mundiales.
La voluntad de los ciudadanos dejó de ser la instancia legitimadora del Estado en favor de sus raíces populares, étnicas y nacionales. De ahí la necesidad de reescribir la historia para adecuarla a las necesidades del pueblo-nación que necesitaba configurarse como Estado para afirmar su propia identidad. Las dinámicas excluyentes, xenófobas e incluso racistas fueron la contrapartida del esfuerzo de autoafirmación de la identidad étnico-nacional con pretensiones estatales, a costa de las minorías internas, inevitables dadas las mezclas históricas, la movilidad y relatividad de las fronteras nacionales. Las ideologías seculares, ajenas a las religiones, pueden devenir ideologías tan fanáticas, violentas y absolutizadas como las viejas religiones en sus peores etapas históricas. En buena parte es lo que ocurrió con el nacionalismo, y en el siglo XX con cosmovisiones como el marxismo. Las alternativas cosmovisionales a las religiones pueden suplir muchas de sus funciones, pero son tan ambivalentes como ellas.


El Nacionalismo ha sido la gran religión secularizada del siglo XX, heredera de la capacidad motivacional, afectiva y normativa de las antiguas religiones. La Crítica a la religión ha ido acompañada frecuentemente por la sacralización de idiologías y proyectos seculares, entre las que destacan el nacionalismo y el marxismo.

El ideal transcendente pasa de Dios a la nación.

En la medida en que la causa de Dios decae en Occidente, como anunció Nietzsche, más necesarias son causas sacralizadas intramundanas, a las que se consagran sus partidarios con fervor religioso. Hay una estrecha conexión entre la muerte del Dios judeo-cristiano, y el surgimiento de los ídolos.


Desde un punto de vista teológico, ético y político, hay que afirmar, sin embargo, que la opción primordial es siempre la de las víctimas. Ni Dios, ni patria, ni rey pueden servir de justificación para conculcar los derechos humanos.
No es infrecuente encontrar en los círculos nacionalistas a viejos creyentes desencantados, seminaristas, religiosos, clérigos y creyentes religiosos. En otro tiempo canalizaron su potencial oblativo en la religión, pero acabaron perdiendo la fe en favor del nuevo dios secularizado, la nación..
J.A. Estrada, la filosofía ante el lenguaje religioso. J.A. Estrada es licenciado en Filosofía por la Universidad de Comillas de Madrid, obtuvo el Doctorado en la Universidad de Granada, donde en la actualidad ejerce como profesor de Metafísica y de Filosofía de La Religión. En cuanto a la teología, realizó sus estudios en Innsbruck, en cuya universidad obtuvo el título de Maestro en teología. Posteriormente completó sus estudios en la Universidad de Múnich y en la Gregoriana de Roma, en la que obtuvo el título de Doctor en teología.


E.Bloch El ateísmo en el cristianismo. Madrid 1983. La Tesis de Bloch es que la escatología cristiana y hebrea tiene que ser sustituida por transcendencias intramundanas e intrahistóricas, entre las que destaca el marxismo como heredero natural de la religión. Con más razón todavía se puede proponer el nacionalismo.

El declive de la religión cristiana en Occidente, perceptible desde el Siglo XIX y claramente constatable en el Siglo XX, es paralelo al ascenso de un nacionalismo de amplias raíces religiosas. Esta refuncionalización de lo religioso en favor de lo político nacional lleva también consigo la perversión de las creencias religiosas y políticas. El fanatismo religioso y el terrorismo político son el resultado de proyectos colectivos, movilizadores de afectos y razones, que no han sido capaces de la autocrítica. En consecuencia han acabado absolutizándose, según el eslogan de que el fin justifica los medios.