El Hombre Libre es, ante todo, aquel que es capaz de contradecir sus instintos animales más básicos como consecuencia de una decisión racional y consciente, y resulta que entre estos instintos básicos ocupa un lugar preeminente el de conservación.
"¡Detente, instante, eres tan hermoso!" hizo exclamar Goethe a su personaje Fausto. Y esto es lo que posteriormente Nietzsche llamará "El eterno retorno de lo mismo". El objeto de todo arte que se precie es La Expresión de lo Eterno y Absoluto por medio de lo sensible, es decir, hacer comparecer lo infinito en lo finito, lo eterno en lo temporal y lo Absoluto en lo relativo. Y tanto el toreo, como el Cante Jondo/Flamenco/Copla no es ninguna excepción a esta regla.
Cuando el intérprete es capaz de conmover al público se produce la entrada en un ámbito vivencial común, se abandona la individualidad y se accede, tras rasgar el velo de Maya, a lo universal y común del sentir.
Estamos convencidos de que si Nietzsche hubiese conocido a fondo el fenómeno taurino, y otras manifestaciones patrias como el flamenco, su primer libro no hubiese sido el que fue, sino otro bien distinto dedicado a desentrañar la esencia apolínea-dionisíaca de estos fenómenos.
Recuérdese "Teoría y juego del Duende"-Federico García lorca.
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